La educación es profundamente erótica

Martin Heidegger considera la ternura (fürsoge: solicitud, cordialidad) como fenómeno estructurador de la existencia.

Estamos afirmando algo que para el educador es fundamental, que en el origen no está la razón, sino la pasión (Pathos y Eros). Y que la misma razón actúa movida, impulsada por el Eros que la habita. El educador no puede ignorar que Pathos no es mera afectividad, no es mera pasividad que se siente afectada por la existencia propia o ajena, sino que es principalmente actividad, es un tomar la iniciativa de sentir e identificarse con esa realidad sentida. Y el Eros no supone un mero sentir, sino un consentir. No es una mera pasión, sino una com-pasión. No es un mero vivir, sino un con-vivir, simpatizar y entrar en comunión.

Generalmente confundimos lo erótico con lo obsceno y lo pornográfico. Lo erótico no es obsceno. Lo obsceno es lo que no se puede mostrar o poner en escena, lo que debe permanecer fuera de la escena. Es obscena, por ejemplo, la muerte. Es obsceno mostrar condecoraciones militares de una guerra de agresión. Tampoco lo pornográfico (literalmente: literatura para prostitutas) es erótico. Donde empieza la pornografía termina el erotismo.

Erao es una de las cuatro palabras griegas para significar una cualidad el amor. Significa amor (romántico) de atracción mutua entre el hombre y la mujer. Esa “electricidad” que se da entre dos seres que se enamoran. Así, en el libro de Ester leemos: “El rey Asuero amó (erao) a Ester más que a las otras mujeres” (2,17).

Las otras palabras son stergo (el amor familiar y cariñoso): “como buenos hermanos sean cariñosos (stergo) unos con otros, rivalizando en la estima mutua” (Pablo a la comunidad de Roma 12,10).

Fileo, que expresa el amor de amistad, el afecto cálido que se siente entre amigos. Así, cuando Lázaro, el amigo de Jesús, se enfermó, sus hermanas le mandaron este recado: “Señor, aquél a quien tu quieres (fileo) está enfermo” (Jn. 11,2).

Y finalmente agapao, que expresa el amor de benevolencia, capaz de darse y hasta dar la vida sin esperar nada en retorno. San Juan lo usa para definir a Dios (1Jn. 4,8.16). También nos dice que “no hay amor (agapao) más grande que dar la vida por los amigos (filos)” (Jn. 15,13).

Educar es comulgar con el otro, hacerlo con entusiasmo, con ardor, con una creatividad que se sorprende, se maravilla y se abre a lo fascinante de lo nuevo que surge en esa relación. El educador no podrá olvidar que lo propio de la razón es dar claridad, ordenar y disciplinar la dirección del Eros. Pero nunca está sobre él. La trampa en que cayó nuestra cultura es la de haber cedido la primacía al Logos postergando el Eros, así desembocó en mil mutilaciones de la creatividad y gestó mil formas represivas de vida (Paulo Freire).

La consecuencia es que hoy se sospecha del placer y del sentimiento, de las “razones” del corazón. Y entonces campea la frialdad de la “lógica”, la falta de entusiasmo por cultivar y defender la vida, campea el cálculo, la muerte de la ternura. Esto es letal para el proceso educativo.

Luis Pérez Aguirre, «Perico»

Acerca de Charo Trigo
Especialista en Comunicación Organizacional, Responsabilidad Social, Gestión del Cambio, Cultura Organizacional, Capacitación. Licenciada con tres títulos de grado en Ciencias de la Comunicación de la Universidad de la República del Uruguay. PMP by PMI Internacional, Coach Ontológico y Formadora en Responsabilidad Social diplomada por REDUNIRSE y UBA. Diploma en Investigación Social de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República del Uruguay cursado.

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